HAY ALGO QUE SE RETUERCE DENTRO CUANDO ME OBSERVAS, COMO UN LEÓN A PUNTO DE AVALANZARSE


Felicia Atanasiu


Despiertas en mí
un instinto tan salvaje
que me conduce
al estado más animal y primitivo
dónde no soy ni un ápice de humano [o lo soy todo].
Y unas veces
deseo arrancarte el vestido
de un tirón
y atravesar la carne con los dientes,
escuchar el crack al penetrar
tu piel de manzana,
devorar,
morder,
golpear,
lamer la sangre…
Y en otras
quiero proteger tu cuerpo frágil
tras el cristal de un escaparate
y que nadie se atreva a mirar,
ni a tocar
ni a dibujar mensajes sobre el vaho
que ha dejado el aliento.
Sólo podrán abrir la boca de asombro
y desangrarse lentamente
encima de los cuadraditos de la acera.




METÁFORA DEL TIEMPO

Nota: Me gustaba el olor de las gomas cuando mamá venía de la papelería con los lápices, y los bolígrafos, y los colores, y las hojas en blanco… Todas las piezas de una lista que el profesor había entregado a mi “yo” niño. Me gustaba el olor de todo a estrenar.
El tiempo es una goma de borrar [no sé si huele bien o mal] que fulmina la marca del lápiz.





El poema: Él la qu[iere]
Él la que[ría]
Él la qu[iso]
Él la qu[]
Él la …
Él.






HOY, COMO CASI TODOS LOS DÍAS, LLUEVE



Hoy estuve toda la tarde escribiendo.
Me sentía mal.
Llovía.
El cóctel perfecto.
Ha llegado el otoño
aunque creo que nunca se ha ido,
al menos aquí.
Aquí siempre es otoño
y nada crece a su gusto,
nada crece en la dirección correcta.
Me he comido dos manzanas.
Seguía lloviendo.
También he comprado un par de libros de poesía
sin levantarme de la silla.
Tienen una bonita portada,
vistosa y colorida.
El título es atractivo,
los dos.
Las gotas caen a balazos
pero no matan,
solo empapan la ropa
que mamá ha dejado olvidada en el tendal.
Ahora ya es demasiado tarde para
rescatarla.
Los cuervos se refugian bajo las hojas
de un castaño
como los viejos al salir de misa.
Y llueve.
Y no tiene pinta de que vaya a parar.
Y comienza a levantarse una niebla
trenzada con muchísimo cuidado.
Blanca.
Lenta.
Suave.
Como un vestido de novia
olvidado en el armario.


ME PROVOCAS Y LUEGO VIENE LA BESTIA

Ken Josephson

Dices: vamos a matar el tiempo haciéndolo,

y tu madre sonríe
creyendo interpretar la frase
mientras calceta el jersey
de un nieto que no existe,
y tú me tocas por debajo de la mesa
y giñes un ojo
y sueltas un “bonito” silencioso
porque sabes que después de eso viene la bestia
porque sabes que a cualquier hora me atrevo con todo
y tu padre duerme sobre las sobras de la cena
mientras el gato nos observa con ojos de gato
tras la ventana.

CÁNCER



A mi padre le han diagnosticado un cáncer. Él iba muy bien planchado para la cita y yo ya hacía un par de meses que intuía algo. El médico era un tipo gordo y poco sensible o, tal vez, demasiado acostumbrado a dar malas noticias. Mi padre no dijo mucho. Se sentó en la silla como quien se sienta a esperar un autobús que llega tarde. Cuando soltaron la palabra fatídica ni se inmutó. Si le anuncian allí mismo que es el ganador de un gran premio de lotería el gesto sería el mismo. Silencio escalofriante. Aire que sube y baja por las fosas nasales. 
No dije nada. No había nada que decir.

Daniel Kramer

El urólogo soltó algo así como un tumorcito en la próstata. A mi me resultó un tanto paradójico porque parecía hablar de algo bueno y entrañable. No lo es. Al salir de la consulta mi madre aguardaba en la sala de espera. Junto a ella, futuros cadáveres. La sala de espera de un hospital es un cementerio de hombres vivos que tienen muchas papeletas para palmarla.
Mi madre le preguntó que qué le habían dicho. Él contestó que tenía el mal dentro y que era lo que había. Hay que aceptarlo, no como un obstáculo en el camino sino como un camino más, como otro camino cualquiera que conduce a un lugar cualquiera. Cualquiera.
Al bajar, en la radio del coche, ponían un monográfico de Bob Dylan. Al parecer, mientras estábamos en el hospital, le habían dado el Nobel de literatura. Ambos hechos no guardaban relación. Eso creo.
Mamá y papá hablaron sobre la fertilidad del huerto que, en este verano, ha parido de todo, incluso unos tomates grandes y deformes. Yo quise llorar pero me contuve para fingir que, igual que papá, soy un hombre con una sola marcha. Un hombre que se guarda todo en el bolsillo. Un padre desconocido para su hijo. Supongo que yo también soy un desconocido para él. El locutor alababa a Bob Dylan. Decía que había echo esto y esto otro. No hice caso y  miré a mi padre a través del retrovisor para recordar su rostro.







TE DIRÍA MIL COSAS


Marcel Swann


Te diría mil cosas
aunque solo basta una.
Te diría mil cosas.
Madrid está llena de gente desconocida.
Solo bastaría una,
solo una,
hoy no me apetece.
Todas las chicas van iguales,
demasiados autos,
demasiados zapatos
impactando en la calle.
Te diría mil cosas,
necesito una,
una,
una,
solo una,
me bastaría,
me basta.
Hoy no hace frío,
es un día de tregua en invierno,
un de día de alto el fuego.
Te diría mil cosas,
aquí,
aquí mismo,
te diría mil cosas,
una,
una,
una llega para complacerme.
Una bastaría,
una solo,
solo una,
una bastaría,
una es suficiente.
En el metro cada cual va a lo suyo.
El hombre mal peinado está leyendo la novela
de un autor con apellido extranjero.
La chica del pearcing sobre el labio
duerme apoyada en la esquina
y entre los vaivenes del vagón
no se despierta de esta tarde larga,
creo que ha perdido su parada.
Te diría mil cosas,
te las diría ahora
en este caos
en este choque de cuerpos sin cuerpo,
te diría mil cosas,
una solo,
solo una,
una,
una,
una,
bastaría,
solo una,
una,
una,
es suficiente.

CUANDO CAMINAS DESCALZA SOBRE LA MADERA


Aladdine Sane

Cierra los labios
y provoca el silencio
en esta habitación casi vacía.

Desnúdate,
déjame ver la piel de mármol
que descubre la claridad
más allá de la cortina.

Dame un sorbo de tu café.
Está demasiado frío
para esta mañana también fría.

Me encanta esa camiseta blanca que llevas
con Bowie mirándome atarvesado por un rayo de colores.
Aún así, no te va a servir de nada,
en un rato estará mal descolgada de la silla
o debajo de la cama
junto al resto de cadáveres.
Pon el vinilo sobre el plato con cuidado
y espera a que suene la trompeta.
Ahórrate el: no sé cómo coño te dá ahora por el jazz.
Sería la décimotercera vez que lo dices esta semana
y ya sabes de sobra la respuesta.

Te haría desaparecer a mordiscos.
Voila!

Ámame antes de que
se acabe el día,
una vez más

que no será la última,
eso espero…

Eres propensa a evaporarte
y aparecer a las tantas en un bar
silbándome como un perro.