Tarde de domingo


En sillas incómodas
y desencajadas
se entretenían con juegos de naipes.
Pedían cerveza, café… [muy pocas veces agua].
A ratos gritaban
y salían a fumar
para comprobar si el mundo
seguía intacto.
El tiempo
pasaba delante del cristal
haciendo el ruído sordo de siempre.
Cuando se levantaron
ya eran demasiado viejos

para arrepentirse.

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