El mundo [en un bucle]


Tras la polvareda
hay muertos,
heridos,
una madre que da a luz a un niño
entre los escombros.
La hierba es verde,
la lluvia asoma la cabellera
escondida en una nube negra,
el otoño fulmina el paisaje,
el mendigo pide limosna en la calle,
un gato come las sobras del restaurante.
La ciudad de noche es una orgía lumínica,
los chicos y las chicas se besan y follan,
algunos chicos y algunas chicas no se atreven,
otros chicos y otras chicas no quieren.
El padre se levanta temprano a trabajar,
la madre también lo hace,
no hay leche en la nevera,
el banquero abre la puerta del banco,
el barrendero barre la calle, limpia los vómitos
y no se queja, o sí se queja.
El plato está vacío de sopa,
la cartera vacía de monedas,
la chabola vacía de utensilios,
los pies vacíos de zapatos,
el torso vacío de camisa
y aún así sonríe,
se divierte jugando al fútbol
con el cadáver de una botella de plástico,
salta libre entre piedra y piedra,
vive, vive, vive
y después del estallido,
la polvareda.

El hombre sin trompeta



A veces cuelgo de un hilo,
y la tijera plateada
que guarda mi madre
en la cajita de galletas,

está a punto de cortarlo.

Es un hilo de lana
con el que calcetaba los jerseys
cuando aún era niño.
Picaban en la piel y eran incómodos.
Tenían muchos colores
y calentaban en invierno.

Desde esta altura
solo se ve una elipse oscura.

No sé lo que habrá ahí abajo,
tal vez algo mejor

que lo que hay aquí arriba.

Se distingue el abismo,
como la profundidad en la boca del lobo

e intento mantener el equilibrio,
firme y con los brazos en cruz,

mientras el hilo no deja de moverse
provocado por el hálito frío del agujero,
tan frío como aquellos días de invierno.

Algún día
me dejaré caer.

Vino la muerte


Llegó la muerte otra vez.
Muy pocos lloraban
y muy pocos hablaban de muerte.
Vino la muerte
y había paraguas,
y corbatas negras,
y a veces silencio de cortesía [casi nunca].
Como no, había muerte,
estaba detrás de un cristal:
unos la observaban,
otros callaban,
casi nadie lloraba,
y casi nadie hablaba de muerte.

En una noche cualquiera


Los faros del coche
descubren el maquillaje de la carretera.
Líneas blancas,
rectas y curvas,
perfectamente trazadas.
En la radio suena música indie,
el locutor tiene una voz adormecida,
como si el hombre estuviese en las últimas
tumbado en la cama de un hospital.
La noche está por todas partes,
tiene pinta de quedarse un buen rato más.
Ha pedido otra copa
y un bolígrafo para completar
el crucigrama del periódico de ayer.
¡Qué tan profundo es el cosmos!
No se divisa el final [o el comienzo].
A estas horas tengo la impresión
de que todo se va a venir abajo,
pero se queda en su sitio
y aguarda paciente.

Renacer



May be I should…

Quizás debería volver
al punto de encuentro.
La ciudad pestañea.
Hace años era una selva.
Ya no queda nadie para recordarlo.
El tiempo es implacable.
¡Tierra trágame! ¡Abrázame como una madre!
¡Desintegra mi cuerpo en tu vientre húmedo!
¡Devuélveme al principio de los tiempos!
¡A la harmonía del universo!

Tarde de domingo


En sillas incómodas
y desencajadas
se entretenían con juegos de naipes.
Pedían cerveza, café… [muy pocas veces agua].
A ratos gritaban
y salían a fumar
para comprobar si el mundo
seguía intacto.
El tiempo
pasaba delante del cristal
haciendo el ruído sordo de siempre.
Cuando se levantaron
ya eran demasiado viejos

para arrepentirse.

El vaso



No había nada. Estaba vacío. Incluso pudo ver el fondo limpio y reluciente. Él dormía. Ella seguía mirando y seguía sin ver nada. De lo que hace tiempo estaba a rebosar ahora no existía ni gota. No sabía como llamarlo. ¿Tenía nombre aquello? Sí, sí lo tenía. Apartó las sábanas y se levantó sin hacer ruído entre la oscuridad. Abrió la puerta y se fue hasta la cocina. Los niños tardarían en levantarse. Es sábado y a todos se les permite cierta amnistía. Quiso hacer café pero no había. Esa era la pieza que le faltaba en la lista del supermercado. Fue el día anterior y tenía [casi] todo apuntado en un papelito cuadriculado. Corrió las cortinas del salón. La luz entró a empujones dejando un día desnudo. ¡Crack! Se dió la vuelta. Él estaba de pie en la puerta. Llevaba un slip y el pecho al descubierto. Ella clavó sus ojos y siguió sin ver nada.