LA CATÁRSIS A PIE DE CALLE Y NADIE SE DIO CUENTA


Lee Jeffries

Había un hombre
pidiendo en la calle,
otro más…
Tendría cincuentaytantos.
No lo sé.
Llevaba un cuenco de madera [parecía de madera]
entre las manos viejas y escarchadas
donde echaban las monedas que nadie quiere,
las que ensucian la cartera.
En el cartón, una microbiografía
en forma de telegrama,
las palabras rectas y mayúsculas
para explicar lo justo y necesario:
Tengo 54 años.
No tengo trabajo.
Ayúdeme.
Gracias.
La cosa iba de tener o no tener.
Él no tenía.
Su perspectiva divisaba
las rodillas de los viandantes,
los clientes que salían del banco
situado a su frente,
los relojes de oro de la joyería
sobre el cabello de nieve
y las bolsas con la barra de pan,
algún que otro dulce
o café para llevar
de la panadería de al lado.
Os lo juro,

así fue la catarsis
y nadie se dio cuenta.


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