El hombre sin trompeta



A veces cuelgo de un hilo,
y la tijera plateada
que guarda mi madre
en la cajita de galletas,

está a punto de cortarlo.

Es un hilo de lana
con el que calcetaba los jerseys
cuando aún era niño.
Picaban en la piel y eran incómodos.
Tenían muchos colores
y calentaban en invierno.

Desde esta altura
solo se ve una elipse oscura.

No sé lo que habrá ahí abajo,
tal vez algo mejor

que lo que hay aquí arriba.

Se distingue el abismo,
como la profundidad en la boca del lobo

e intento mantener el equilibrio,
firme y con los brazos en cruz,

mientras el hilo no deja de moverse
provocado por el hálito frío del agujero,
tan frío como aquellos días de invierno.

Algún día
me dejaré caer.

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